Isla Negra Canta a Neruda (Lletres)

 
 
 
Lautaro (1550)
(Canto General, canto IV, poema VIII, 1950)
 
La sangre toca un corredor de cuarzo
Así nace Lautaro de la tierra
La piedra crece donde cae la gota
 
 
 
Sensación de olor
 
Fragancia
de lilas…
Claros atardeceres de mi lejana infancia
que fluyó como el cauce de unas aguas tranquilas.
Y después un pañuelo temblando en la distancia.
Bajo el cielo de seda la estrella que titila.
Nada más. Pies cansados en las largas errancias
y un dolor, un dolor que remuerde y se afila.
…Y a lo lejos campanas, canciones, penas, ansias,
vírgenes que tenían tan dulces las pupilas.
Fragancia
de lilas…
 
 
 
Puerto Puerto de Valparaíso
(El mar y las campanas, 1973)
 
El Puerto puerto de Valparaíso
mal vestido de tierra
me ha contado: no sabe navegar:
soporta la embestida,
vendaval, terremoto,
ola marina,
todas las fuerzas le pegan
en sus narices rotas.
Valparaíso, perro pobre
ladrando por los cerros,
le pegan los pies
de la tierra
y las manos del mar.
Puerto puerto que no puede salir
a su destino abierto en la distancia
y aúlla
solo
como un tren de invierno
hacia la soledad,
hacia el mar implacable
 
 
 
Hambre en el Sur
(Canto General)
 
Veo el sollozo en el carbón de Lota
y la arrugada sombra del chileno humillado
picar la amarga veta de la entraña, morir,
vivir, nacer en la dura ceniza
agachados, caídos como si el mundo
entrara así y saliera así
entre polvo negro, entre llamas,
y sólo sucediera
la tos en el invierno, el paso
de un caballo en el agua negra, donde ha caído
una hoja de eucaliptus como un cuchillo muerto.
 
 

 
 
Picaflor II
(Sephanoides II)
 
El Colibrí de siete luces,
el picaflor de siete flores,
busca un dedal donde vivir:
son desgraciados sus amores
sin una casa donde ir
lejos del mundo y de las flores.
Es ilegal su amor, señor,
vuelva otro día y a otra hora:
debe casarse el picaflor
para vivir con picaflora:
yo no le alquilo este dedal
para este tráfico ilegal.
El picaflor se fue por fin
con sus amores al jardín
y allí llegó un gato feroz
a devorarlos a los dos:
el picaflor de siete flores,
la picaflora de colores:
se los comió el gato infernal
pero su muerte fue legal.
 
 
 
Me gustas cuando callas porque estás como ausente
(Poema 15, en Quince poemas de amor y una canción desesperada)
 
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía
 
 
 
 
 
Lautaro contra el centauro (1554)
(Canto General, canto IV, poema XI, 1950)
 
Atacó entonces Lautaro de ola en ola.
Disciplinó las sombras araucanas:
antes entró el cuchillo castellano
en pleno pecho de la masa roja.
Hoy estuvo sembrada la guerrilla
bajo todas las alas forestales,
de piedra en piedra y vado en vado,
mirando desde los copihues,
acechando bajo las rocas.
Valdivia quiso regresar.
Fue tarde.
Llegó Lautaro en traje de relámpago.
Siguió el conquistador acongojado.
Se abrió paso en las húmedas marañas
del crepúsculo austral.
Llegó Lautaro,
en un galope negro de caballos.
La fatiga y la muerte conducían
la tropa de Valdivia en el follaje.
Se acercaban las lanzas de Lautaro.
Entre los muertos y las hojas iba
como en un túnel Pedro de Valdivia.
En las tinieblas llegaba Lautaro.
Pensó en Extremadura pedregosa,
en el dorado aceite, en la cocina,
en el jazmín dejado en ultramar.
Reconoció el aullido de Lautaro.
Las ovejas, las duras alquerías,
los muros blancos, la tarde extremeña.
Sobrevino la noche de Lautaro.
Sus capitanes tambaleaban ebrios
de sangre, noche y lluvia hacia el regreso.
Palpitaban las flechas de Lautaro.
De tumbo en tumbo la capitanía
iba retrocediendo desangrada.
Ya se tocaba el pecho de Lautaro.
Valdivia vio venir la luz, la aurora,
tal vez la vida, el mar.
Era Lautaro.
 
 
 
 
 
Un globo para Matilde
(Ms. Valparaíso, 3-5-1963 / Obras completas)
 
Un año más para la raza humana
para la calle Prat, para mi tía,
un año más para La Sebastiana,
para decir “adiós” o “todavía”.
Un año más, picadito en semanas
por Dios, el cardenal y compañía,
un año más, Patoja soberana,
para tu deficiente ortografía
 
Pero no para ti, mi, bien amada:
me das la luz y estás iluminada:
no tiene un día más tu mediodía.
Y aunque hasta las estrellas palidecen
con este amor, los años no envejecen:
tienes un año menos, alma mía.
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